Probablemente sea una víctima más de la especulación urbana, un ejemplo vivo del resultado de la burbuja inmobiliaria, la mejor de las muestras del vandalismo estúpido del que, en el fondo, todos somos culpables.
Casi al final de Alpedrete, cerca de la estación de ferrocarril está situada la finca de Mataespesa. Un espacio grande, situado en una de las zonas más altas del término municipal, incluso penetra en el término del vecino municipio de Collado Mediano y en lo más alto de la zona, destaca una construcción, o mejor una proliferación de construcciones
que llama la atención al visitante de esos parajes.

Localizando unas canteras ya abandonadas y algunas llenas de agua que ofrecen un paisaje ideal para una película post-apocalíptica, pero muy hermosas, observamos las almenas de la casa y un camino que parecía dirigirse a ella. Aunque dicen que la curiosidad mató al gato, y como buenos madrileños, lo de gato es como muy propio de la genética, nos encaminamos
la primera vez a saber que era aquello, aunque esperábamos encontrarnos con una valla, lógicamente. Pues no, la lógica no siempre dicta la realidad, el camino rendía viaje en el viejo palacete sin ninguna valla que lo impidiese. Lo que pudimos observar en aquella primera visita fue tan descorazonador como lo que puede verse en las fotografías. Un complejo agropecuario con un palacete de construcción sólida, de sillares de granito, material omnipresente en la zona, en un estado de abandono que invitaba a obtener
dos conclusiones en una primera observación, la primera que no se respeta nada. No importa lo que sea, si es susceptible de demostrar lo vándalo y destructivo que pueden ser los humanos, en especial los cachorros de la especie, se trabajará concienzudamente para destruirlo, y para demostrar quién es el más tarado de los "terminators", se deja la firma en forma de pintada o de bajorelieve, para la posteridad o por presumir, que lo de destruir también es un arte. La segunda, lo hermoso que debió ser el lugar en
sus tiempos felices. De la finca, sus caminos y yacimientos de roca ya sabíamos, el lugar es hermoso, pasear por los caminos un privilegio que habíamos disfrutado en ocasiones, pero la visita al castillo de Mataespesa nos llevó a valorar la zona de otra manera.

Si bien en tiempos anteriores al Siglo XX era costumbre arrendar la explotación de algunas zonas de las quintas de recreo y fincas de caza de la nobleza para obtener beneficios o correr con los gastos de mantenimiento y servidumbre, pocas veces hemos tenido la oportunidad de ver una finca tan bien organizada, con tantas posibilidades, a pesar de que su estado
de abandono impide conocer cuáles eran las funciones de algunas de las instalaciones. Es fácil observar un garaje que hacía las veces de almacén, casas de operarios, horno de leña, lo que parecían caballerizas, un auténtico pueblo dentro de la finca.
Buscando el origen de la propiedad, hemos podido saber que ha formado parte del patrimonio del Ducado de Valencia, aunque es poco probable que su primer propietario fuera Ramón María Narvaez y Campos, que fuera Capitán General del ejército favorable a la Reina Isabel II durante la turbulenta época transcurrida entre mediados y finales del siglo XIX, y que
a su vez fue Presidente del Gobierno en varias ocasiones, ya que los presidentes en ese tiempo duraban poco en su mandato, un año era mucho tiempo para la política levantisca de entonces. La razón por la que la Reina le otorgó el título nobiliario fue el desembarco en la ciudad levantina que acabó en noviembre de 1847 con los últimos reductos esparteristas. La concesión del ducado no sentó muy bien a los valencianos por razones históricas, Valencia fue Reino y Jaime I El conquistador otorgó en 1377 privilegios
que la concesión del ducado contravenía, de hecho, cuando el ducado caducó por falta de pago (Los títulos nobiliarios exigen el pago de ciertos impuestos), sus legítimos sucesores en varias ocasiones se vieron en la obligación de pleitear para lograr la rehabilitación contra las autoridades de Valencia.

El Duque de Valencia falleció sin descendencia y le sucedió en el Ducado su sobrino, por lo que no está claro que la casa palacio fuera construida en vida del General. Si lo está que fue construida probablemente a finales del siglo XIX y que la Duquesa Dª María del Carmen Macías Martínez de Arellano, casada con José María Narváez y Pérez de Guzmán el
Bueno, IV Duque de Valencia, fue tal vez su máxima impulsora.
Sea cual fuere la historia reciente de la finca, es fácil no ignorar que una sociedad que permite el vandalismo y la destrucción gratuita de propiedades ajenas y que no se preocupa por conservar la historia y sí de hacer estúpidas glorietas con esculturas que presumen de un arte que muchos, yo diría incluso que la mayoría no entiende, simplemente está
enferma. Mataespesa es tal vez una muestra palmaria de ello.


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